Los niños nuestros grandes maestros

Por Loli Fernández

Un niño es una réplica a escala de lo que somos los adultos, nada más que, sin una serie de ingredientes que vamos recolectando con el paso de los años.

¡El niño es toda ilusión, inocencia, sorpresa, chispa!

Quién no se conmueve con esas mini personitas que se mueven a la velocidad ultrasónica para desplazarse de in sitio a otro con el único objetivo de lograr su cometido.

Ellos no dimensionan peligro ni consecuencia. Ellos SON Y PUNTO.

Bendita edad, bendita paz.

Ellos y sólo ellos, se dan el lujo de gozar la vida tal y como viene, con todo lo que viene y eso es lo que les da esa frescura.

Los niños observan, imitan, para bien y para mal, y se dan el lujo de decir todo sin pena ni prejuicio. ¡Son la neta!

Benditos pequeños que llenan el lugar con solo llegar. Nunca pasan desapercibidos.

Su pequeñez alegra, acompaña. Basta ver la sonrisa que le pueden arrancar a los abuelos con su sola presencia y la ilusión por vivir que les pueden generar.

Pareciera que gritan: “abuelo, vale la pena que sigas viviendo sólo por mí, yo estoy aquí!”

Qué bueno que siempre hay niños, aunque crecen, nacen los de otros y de otros.

Esta es la manera como la vida, aunque corre sin pedir permiso, nos permite continuar en el asombro.

Estas personitas, de reducida estatura, son en realidad, la figura más alta que nos lleva a la nostalgia por quienes fuimos y, a la vez, nos invita a la esperanza por la vida.